Sábado por la mañana. Tras un madrugón no demasiado severo nos ponemos en marcha hacia Cubillos del Rojo el equipo que irá en esta ocasión a visitar Covanegra: Jorge, Jesús, Andrea, Iván, Mariano y Carlos. Un poco tardanos, hacia las 13h, empiezamos a bajar las dos personas que instalamos el primer rapel (hacemos doble vía pensando en la vuelta). Tras echar las fotos de rigor a la gran sala Niphargus, con su rayo de sol entrando majestuosamente (y que temimos que no fuera a hacer aparición por posibles nubes), nos ponemos en marcha hacia la galería de las Hadas.

Una vez visto este maravilloso rincón de la cueva, decidimos intentar conectar con la vía principal de la cueva, a través del laminador muy lleno de formaciones que nos deja en un pequeño balcón o repisa que hay que bajar con cuidado, justo al comienzo de la galería de la rampa. Hay que decir que nos liamos un poco en esta parte intentando encontrar el laminador. En realidad no tiene demasiada pérdida si se mira la topo y se observa una especie de rampa estrecha (muy llamativa) con poca pendiente que va tranformándose en una gatera. Ese es el camino, una vez dentro de la gatera hay que girar casi 180º hacia la izquierda y luego unos 90º hacia la derecha para salir por el citado balcón.

Una vez instalada la rampa (que instalamos entera por seguridad pero que no hace falta más que en sus primeros 8 metros), continuamos viendo el resto de la cueva. Así, pasamos por la galería de la Gran Colada, muy digna de verse también, y llegamos al no menos curioso “museo”, ya en el balcón. En ese camino hay unos pocos tramos instalados con cuerdas en fijo.

Instalado el balcón y ya todos abajo continuamos hacia el final de la cueva. Hay que decir que uno de los resaltes que nos encontramos nada más dejar atrás el balcón es un destrepe-rampa que a priori parece sencillo, pero dado que resbala es aconsejable bajar haciendo un natural (cuerda de 10m será suficiente). Además es muy aconsejable dejar instalada esa rampa porque la subida es más complicada que la bajada.

Después de lo anterior, llegamos al “paritorio”, gatera molesta donde las haya. Se recomienda tomárselo con calma e intentar pasar a la ida con los pies por delante y no de cabeza como hizo un servidor (sin haber nadie al otro lado para más inri), ya que afortunadamente fui lo suficientemente hábil para pasar así sin dejarme los dientes, cosa que no sé si sería capaz de repetir. Otra cosa que el que escribe no hizo y que también es recomendable (sobre todo para personas corpulentas), es quitarse los aparatos. La vuelta se puede pasar con los pies por delante o de cabeza, a gusto del consumidor. No se está exento de posibles golpetazos en ninguna de las dos modalidades.

Así pues, tras dejar atrás la dichosa gatera, llegamos a un punto muy bueno para hacer fotos de grupo, con una bonita colada detrás. En este punto, parte del grupo continuó hacia el final de la cueva y visitó la sala final, que tiene una trepada no exenta de algo de riesgo al ser la subida expuesta. Se observa una sala concrecionada con un balconcito al que se puede subir atravesando las formaciones que hay. No encuentran el pozo final, que conozco y sé que no merece la pena bajar, si bien recomiendo echarle un vistazo desde arriba.

Ya de vuelta, alguien se deja el arnés de pecho antes de pasar por el paritorio. Cosa de la que el susodicho se da cuenta al llegar al rapel del balcón. Vuelta atrás. Nos entretenemos un poco pero seguimos hacia la sala Niphargus. Una vez allí decidimos salir de la cueva porque se nos echa el tiempo encima (entre fotos y pequeños retrasos se nos hacen las 23:30h). La parte que nos queda por ver, el sector Oeste, quedará para otra vez. Los que lo conocemos sabemos que merece la pena, si bien no es tan espectacular como lo ya visto en esa cueva.

Como broche final, he de mencionar que hay unas concreciones piramidales muy llamativas y que en algunas formaciones llegan a parecer rosas del desierto en “alguna parte” de la cueva, en un rinconcito que queda a la izquierda según se mira hacia el final de la cavidad. Su búsqueda merece la pena.

Texto: Jorge

Fotografías: Jesús e Iván