Quedamos en el local del club a las 7’30 horas donde acudieron Guillermo, Santiago y Raúl, recogieron el material y salieron dirección Gallur donde nos esperaba Javier. Después de un par de horas de viaje llegamos a la Sierra de Urbasa que nos recibió con un día fresquito pero que prometía iba a ser bueno. Observamos que en la parte alta de la sierra todavía quedaba nieve de las fuertes nevadas de días anteriores. Como de costumbre echamos un bocado, nos cambiamos de ropa y salimos rapidito hacia la boca para entrar en calor; ésta queda a cinco minutos del lugar donde aparcamos el coche.
Preparando el material

Después de transitar por un sendero claramente marcado nos encontramos con la gran boca de la cavidad con forma circular, denotando la gran cantidad de agua que ha salido por ella. Pronto aumenta la temperatura, ya que la cueva en esta época del año se nota calentita, en comparación con el exterior.
Nuestra primera visita es a la galería de las pinturas a la que se accede trepando por la derecha en una zona con desprendimientos. Pronto vemos arañazos, supuestamente del Oso Cavernario, en las paredes de la galería sobre una roca de color negro. Esta galería termina en la parte superior de la Sala de Blas, teniendo una vista privilegiada de la misma. Retrocedemos sobre nuestros pasos y regresamos a la galería de entrada, y siguiendo por ésta, en poco tiempo llegamos a la base de la sala de Blas. Mientras nosotros hacíamos este recorrido, Raúl va al pozo que está al final de la mencionada sala y lo instala. Cuando llegamos nosotros ya lo tiene todo montado. Baja para ver si es posible seguir y pronto nos dice que la galería está hasta arriba de agua, que se oye un ruido intermitente como si el agua pegara en el techo y que no se puede continuar por esta vía. Desmontamos todo y nos dirigimos al otro camino que parte desde la izquierda de la Sala de Blas. Es una galería que poco a poco va descendiendo de altura hasta que te obliga a reptar durante 30 metros por el llamado paso de Peñalver. Éste desemboca en una galería amplia en casi todo su recorrido, pasamos por la Sala del Lobo y llegamos a la Galería del Guano, donde unos desalmados se habían dedicado a cogerlo y lanzarlo sobre las paredes blancas de la misma. Poco después llegamos al Paso de los Cocodrilos, donde alguno de nosotros ya se mojó los pies ya que llevaba unas botas de caña baja, de aquí fuimos directos a la sala Atea desde donde se escucha el caer de una gran cascada. Antes de decidir por donde continuar, hacemos una parada para comer y beber un poco. Nos acercamos hasta la Galería I.P.V., desde donde venía el sonido y nada más llegar, comprobamos que estaba totalmente inundada, Raúl se quedó bastante impresionado ya que unos meses atrás había recorrido esa galería andando y comentó que era bastante grande y en este momento quedaba medio metro para que el agua llegase al techo de la misma. Intentamos entrar por la Calle Lerín pero pronto vemos que no se puede seguir porque el agua ha inundado toda la galería. Retrocedemos hasta la Sala Atea y nos dirigimos al Paso de los Gours, estos que parecen yacuzzis gigantes y, que en el primero, ya cubre hasta la rodilla. Raúl, equipado con un pontonier de pescador, se adentra por todos ellos y nos dice que el último aún cubre más. La gente comenta que no se quiere mojar mucho (aunque alguno estaba pensando en el agua que la cueva estaba cogiendo) decidimos dar por terminada la actividad y regresamos sin mayores contratiempos.

Nuestra denuncia .
Desde que llegamos a la boca de la cavidad empezamos a notar que algo había cambiado desde nuestra anterior visita (haya por septiembre del año pasado). Ya en la misma entrada de la cueva nos encontramos con un punto de color rosa pintado en el suelo con un spray, conforme avanzábamos estas marcas se convirtieron en flechas en las paredes, flechas de un tamaño descomunal. Su colocación en lugares de imposible pérdida denota que no son espeleólogos, podrían ser meros curiosos con sed de aventura aunque pintar con spray para una única visita no parece racional. Desde aquí reprochamos este tipo de actitudes e invitamos a todo aquel que lo haga, o lo tenga en mente, a que lo deseche para siempre. Este tipo de barbarie perdurará por muchos años y no sirve mas que para contaminar y destrozar el bello mundo subterráneo. El, o los bárbaros que han realizado estas marcas están a tiempo de usar otros métodos que no son agresivos con el medio, o mejor aun unirse a gente que les guié y les vaya haciendo coger, poco a poco, confianza y seguridad dentro del entramado de galerías que existen en las cavidades.
Y siempre recordad:
NO DEJEIS NADA EN NINGUNA CAVIDAD, VUESTRA PRESENCIA DEBE PASAR INADVERTIDA PARA SU FRÁGIL ECOSISTEMA Y PARA QUE LOS FUTUROS VISITANTES PUEDAN DISFRUTAR DE ELLA COMO VOSOTROS LO HABEIS HECHO.