María, Manolo y Raúl pasamos un domingo muy agradable en la Sierra de Andía, por la mañana entramos en la Sima Tximua, toda una clásica en nuestro Club, y por la tarde nos dedicamos a buscar la Sima Arrafela I, que se encuentra en medio de un hayedo, y que la localizamos después de de una buena pateada. Ya se había echo un poco tarde, pero nuestra ansia por este deporte nos hizo visitarla, María decidió esperarnos en el exterior ya que en principio iba a ser una visita relámpago.

A las diez de la mañana estábamos en el aparcamiento que hay en la boca del túnel de lizarraga, como siempre la incertidumbre de pasar o no por la pista con el coche, como no habíamos pedido permiso optamos por recorrernos la pista a pie (viendo como todo el mundo transitaba en vehículos por la misma ¿con permiso?), como nuestro paso era ligero llegamos en poco más de media hora a la boca de la Sima Tximua, os remitimos a nuestras visitas anteriores para que os hagais una idea, solo diremos que todo fue muy bien y que el lago estaba completamente seco como no lo habíamos visto nunca.

Al salir de la sima Tximua regresamos por la antigua calzada romana al camino que nos trajo del aparcamiento y lo continuamos durante unos dos kilómetros aproximadamente hasta la boca se la Sima Arrafela I que esta situada en medio de un hayedo de gran belleza, todo él lleno de grietas y dolinas de lo que podrán ser nuevas simas.
La boca de entrada es una gran diaclasa de unos veinte metros de larga por unos seis metros de ancha en su parte mayor, y una profundidad de unos cuarenta metros. La instalación se coloca en dos hayas cercanas a la boca, en el comienzo de la vertical a poco más de un metro del suelo existe un spit en el que se fracciona y desde este en una tirada se llaga hasta la base. Aquí nos encontramos un cono de derrubios (sobre todo tierra y troncos) por el que descendemos con cuidado, uno par de metros más abajo vemos las primeras formaciones en el techo de una majestuosa sala. Empezamos a recorrer la sala y bajamos a uno de sus laterales donde deberían haber unos cuantos lagos, pero lo único que quedaba de ellos era la marca del nivel y un poco de barro en el suelo, uno de ellos es realmente espectacular ya que más o menos mide lo mismo de ancho que de profundo, unos seis metros, todo el revestido de un barro de color amarillento en proceso de secado; habrá que volver cuando tengan agua nos digimos ya que estos lagos llenos deben de ser muy bonitos. Continuamos recorriendo la sala por su parte inferior y nos encontramos con lo que parecía una galería y que en pocos metros nos llevaba a lo que en un principio nos pareció otra gran sala pero en realidad es la misma que la de la entrada separada por un gran número de bloques desprendidos del techo, por los cuales se puede trepar y se llega a la base del cono de derrubios, es curioso que al llegar a este punto nos dimos cuenta de que existía otro cono muy cerca del de entrada y que seguramente también debe de llegar desde el exterior aunque por la premura de tiempo no pudimos comprobarlo. Esta sima está en muy buenas condiciones de conservación, sin formaciones deterioradas ni basura en su interior. Hicimos varias fotos de la sala y comenzamos a salir rápidamente al exterior donde nos esperaba María tranquilamente.
Desandamos nuestros pasos, primero atravesamos el hayedo y cogimos la pista que nos llevaría hasta la furgo, la caminata se nos hizo un poco larga, imagino que las fuerzas ya flaqueaban o que al ir lo hicimos en dos etapas y ahora era todo del tirón. Llegamos al aparcamiento siendo casi de noche, nos cambiamos, intercambiamos unas fotos cenamos un poco y nos volvimos a casa, aunque los más afortunados continuaron con sus vacaciones.

Fotografías de Manolo Luque y Raúl García