Este año de momento no hemos podido cumplir lo programado en el calendario de actividades, mayormente por la adversa climatología. Así sucedió también esta vez que teníamos previsto visitar la Sima del Roble, o en su defecto la Sima del Peregrino pero los dos días anteriores estuvo nevando por lo que no pudimos cumplir con nuestro objetivo. Como no nos íbamos a quedar sin hacer espeleo decidimos acercarnos a esta desconocida pero bonita sima cercana a la Sierra de Aralar. Eran las ocho de la mañana cuando estábamos desayunando en una céntrica cafetería de Lekumberri, Beti, Miguel Ángel, Mariano, Javier y Raúl junto a un nutrido grupo de jóvenes hábidos por seguir la fiesta; Luis nuestro particular guía local se unió a nosotros a los pocos minutos y lo primero que nos comentó es que para no pasar frío lo mejor sería cambiarse allí mismo dentro del local, nos lo tomamos a guasa pero resulto cierto ya que nos desplazamos unos metros por la calle y al final de esta nos preparamos, con la atenta mirada de los vecinos que ya estaban levantados, la verdad es que aunque había restos de nieve la temperatura no era mala, como se suele decir ni frío ni calor 0ºC.

Una vez listos continuamos por una pista hormigonada que cruza la autovía por debajo e inmediatamente por una senda llegamos a la boca de entrada por la que accederíamos. Esta sima es muy conocida por los vecinos de la zona, que instalaron una barra de acero para facilitar sus entradas a la misma, desgraciadamente también ha servido durante mucho tiempo de vertedero y la base del pozo de entrada esta lleno de basuras.

La cavidad principalmente es un meandro con dirección E-O y varios niveles, siendo activo el más inferior. Durante la construcción de la autovía Pamplona-San Sebastián la cavidad fue cortada en dos, pudiendo apreciarse dos puertas metálicas (cerradas) un sendos taludes de la autovía

Instalamos el pozo de entrada de unos nueve metros de profundidad, en el que la barra metálica que lo cruza hace incomodo el acceso y sobre todo la posterior salida, en la cabecera hay dos spit colocados uno en cada pared pero no enfrentados y ambos en aparente buenas condiciones; nosotros reaseguramos en un árbol próximo y montamos la cabecera en uno de los spit y en la barra empotrada. Desde la base del pozo continuamos descendiendo sin necesidad de material pero con varios destrepes expuestos hasta llegar a la parte superior del meandro, donde instalamos una cuerda en un natural para descender unos cinco metros hasta la base del mismo. Una vez todos en su base comenzamos a recorrerlo hacia la parte más ancha, aunque esto duro poco ya que al poco nos encontramos pasos estrechos, que jalonan su recorrido, pero aunque alguno de ellos resulta muy estrecho para alguno de nosotros los vamos superando esperando encontrar bonitos espeleotemas al otro lado cosa que no faltan a lo largo de todo nuestro recorrido. La incertidumbre se adueña de alguno de nuestros compañeros, sobre todo de los más noveles cuando en un punto y sin darnos cuenta estábamos volviendo sobre nuestros pasos, rápidamente nos damos cuenta que es esta parte de la cavidad existen varias diaclasas paralelas comunicadas entre si y que producen una especie de circuito cerrado. Como es evidente recorrimos la cavidad sin topografía de la misma, confiando en la memoria de Luis que resulto poco de fiar en esta cavidad. Regresamos hasta el punto donde teníamos instalada la cuerda y continuamos por la otra parte del meandro, al poco una serie de pasos estrechos por los que notamos una clara circulación de aire dan acceso a un pozo instalado en su cabecera con un spit y desde donde se escuchaba una fuerte corriente de agua, una vez instalada la cuerda descendemos unos diez metros hasta su base que resulta ser un sumidero por el que se pierde todo el caudal del río subterráneo que circula por este nivel del menadro. Algunos continuamos por el meandro un tramo pero regresamos ya que el resto del grupo desistió pues no se quería mojar, también apreciamos un constante olor como a fecales, que quedo constatado al comprobar la cantidad de materia orgánica que transportaba el río. Ascendimos por la cuerda y mientras la mitad del grupo comenzaba el regreso al exterior la otra mitad continuaba por la galería ascendente que hay después del pozo, un paso bastante estrecho da acceso a la continuación de la misma donde podemos ver bonitas formaciones y al final encontrar una de las puertas que da al talud de la autovía, después de dejar constancia de nuestra presencia desandamos nuestros pasos y salimos al exterior donde continuaba esa “agradable” temperatura de 0ºC pero esta vez estaba nevando ligeramente. Nos cambiamos de ropa y comimos algo terminando en la misma cafetería donde habíamos desayunado once horas antes. Nos despedimos de Luis y en dos horas aproximadamente llegamos a Zaragoza, aunque a Beti aun le quedaba un poco más hasta llegar a su localidad.

Fotografías de:

Raúl García
Miguel Ángel López