Algunas semanas antes ya nos pusimos en contacto con la finca privada en la que se encuentra ubicada la Cueva de Aylés. Me alegré mucho cuando supe que nos autorizaban a entrar en estos terrenos y así poder acceder a la cavidad que con sus 1.160mts. calculados, ostenta el título de ser la cavidad de mayor desarrollo de la provincia de Zaragoza.
El sábado 7 de marzo a las ocho de la mañana quedamos en la puerta del Club: Emilio, Carlos, Jesús, Beti, Raúl y Abel. Tras organizarnos en dos coches nos dirigimos por la A-23 hacia Muel, y de allí hacia Aylés pasando por Mezalocha.
En la puerta de la finca habíamos quedado con Rafa y Adán. Una vez todos juntos pudimos acceder a la finca y aproximarnos a la cueva siguiendo las indicaciones del libro “Cuevas y Simas de la Provincia de Zaragoza”.

No todos los vehículos podrían recorrer toda la distancia de aproximación. No es imprescindible un todo terreno, pero la última parte de la pista se vuelve lo suficientemente abrupta y tosca como para servir de criba para los vehículos.
Por fin aparcamos y nos equipamos con ropa apropiada para la cavidad; poca y ligera, la cueva de Aylés es una cueva cálida.

Cruzamos el barranco que teníamos a nuestra izquierda durante la aproximación y en unos 10-15 minutos de caminar por monte bajo llegamos a la boca de entrada.
Antes de entrar decidimos que recorreremos la cueva en sentido contrario a las agujas del reloj.Entramos con la topo y la brújula en la mano advertidos de lo laberíntico del desarrollo de la cueva. Encontrar abandonado en la galería de Entrada un fino hilo de Ariadna nos ayudaba a seguir imaginando una intrincada red de pequeñas galerías. Efectivamente, a lo largo de la galería principal surgen ramificaciones con su topografía incompleta por las que curioseamos someramente.
Cuando al avanzar por la galería principal nuestras brújulas nos decían que íbamos hacia el oeste, por nuestra derecha surgían otras galerías por las que sí que nos entretuvimos, comprobando el desarrollo de esta cueva en la que efectivamente hay que estar atentos para no despistarse. Incluso usamos algún reflectante, no son imprescindibles, pero a mí no me molestaron.

Hasta ahora hemos podido ver restos de formaciones, muchas rotas, otras, afortunadamente todavía conservan su belleza: pequeñas estalactitas blancas, finísimas columnitas, banderas, formaciones coraloides, minigours, coladas…

Ahora avanzamos dirección sur. Alcanzamos la extensa sala que alberga la Cueva de Aylés. Extensa, pero no amplia. No en todos los puntos podemos estar de pie, la mayor parte la recorremos gateando mientras vamos cerrando nuestro círculo en sentido antihorario y ya cerca de la Galería de Entrada aprovecharemos para caminar erguidos y estirarnos, ya que, para salir, de nuevo nos tocará gatear por la galería que nos devolverá a la superficie.

Estamos fuera a las 15:00. Todo son buenas sensaciones. El equipo de progresión no nos molesta porque lo hemos dejado en casa, hoy no lo tendremos que limpiar. Por fin hemos conocido la mayoría la Cueva de Aylés. Cavidad curiosa, entretenida, divertida, todavía bonita y… mágica. Aquí dentro se materializa esa atracción que siempre ha sentido la humanidad por los laberintos: historias de mitologías, novelas, películas, elemento onírico que nuestro subconsciente muestra cuando nuestro consciente se haya indeciso… disfrutona, la visita a esta cueva se puede disfrutar por muchos motivos.

La tarde es soleada y templada, nos quitamos el mono lleno de barro y podemos disfrutar la primaveral tarde en camiseta de manga corta. Perfecto broche para una maravillosa jornada de espeleo.