Este año por fin tenemos un invierno bastante normal con lluvia, nieve y niebla aunque como estamos acostumbrados a no tener que preocuparnos del tiempo en estas fechas parece que nos crea cierta incertidumbre a la hora de realizar las actividades. Después de mucho divagar sobre que día era mejor realizar la visita, ya que en Zaragoza teníamos puente desde el jueves, nos decidimos por ir el sábado y parece que acertamos ya que el día nos respeto y no comenzó a llover hasta que regresamos al coche. En esta ocasión fuimos tres componentes del Club Javier, Miguel Ángel y Raúl los que nos desplazamos hasta la Sierra de Urbasa.

Eran las siete de la mañana cuando Miguel Ángel se encontraba con Javier en una gasolinera de la N-232 y poco más tarde recogían a Raúl en Rincón de Soto, ya los tres continuamos el viaje hacia nuestro objetivo viendo un amanecer bastante cubierto pero sin llover. Conforme nos vamos acercando se cierra más el cielo y cuando comenzamos a subir el Puerto de Urbasa la niebla es muy cerrada, tanto que nos hace dudar si nos hemos pasado el camping donde tenemos que dejar el coche, poco después se hace menos intensa y divisamos el aparcamiento en la puerta del Camping Urbasa donde nos detenemos y comenzamos a cambiar de ropa rápidamente ya que la temperatura es bastante baja y a nuestro alrededor tenemos los restos de las nevadas de la semana pasada, poco a poco el aparcamiento se va llenando de coches y gente que en su mayoría van a practicar bicicleta de montaña. Cuando estábamos a punto de partir llego un guarda del Parque con el que tuvimos una larga conversación sobre si era necesario o no solicitar permiso para practicar nuestro deporte. Raúl que llevaba la voz cantante en la conversación veía la irracionalidad de la conversación ya que rodeados de gente con bicicletas, otros preparados para hacer una caminata o como en otras ocasiones cazadores con sus perros y escopetas peinando el monte a diestro y siniestro nuestro colectivo es el único que tiene prohibido realizar su actividad deportiva, además sin ninguna motivación ya que las cuevas y simas de esta zona son de carácter deportivo y generalmente bien conservadas. A todos estos que solo se les ocurre prohibirnos la práctica de nuestro DEPORTE les queremos recordar que casi todas las simas han sido descubiertas, exploradas, catalogadas y estudiadas por espeleólogos y que si se continua con este tipo de trabas injustificadas dejaremos de ser un colectivo en vías de extinción. En fin afortunadamente el guarda era una persona cabal con la que mantuvimos una amena conversación que termino acompañándonos hasta la boca de la sima para saber donde estaba.
Javier estaba convencido de que llegaríamos a la boca en menos de media hora, aunque Raúl no las tenía todas consigo ya que la vez anterior que habíamos estado nos costo más de dos horas encontrarla y además hoy se unía la niebla y la nieve que hacían un poco más complicada su localización, pero efectivamente Javier cumplió y nos llevo directo hasta la boca sin ningún titubeo, nada más llegar empezó a instalar el pozo de entrada, mientras los demás nos despedíamos del guarda que volvía a sus tareas.
La boca de entrada es una grieta en el suelo de unos diez metros de larga y cuarenta de profundidad, la instalación se comienza en un haya que hay en el extremo de la grieta reasegurando en otra más pequeña que hay al otro extremo al lado de un bloque empotrado donde encontramos una chapa desde la que nos descolgamos, alos cuatro metros montamos un fraccionamiento y continuamos hasta el fondo del pozo de una tirada, desde aquí descendemos con ayuda de una cuerda una rampa de tierra y hojas bastante inestable hasta la sala de mayores dimensiones de la sima, a la izquierda nos encontramos con un pequeño lago por donde no parece haber continuación, al fondo nos encontramos con una rampa ascendente con abundantes derrubios que tampoco continua y a la derecha de la sala existe un paso estrecho por el que se ve continuación aunque habría que forzarlo para comprobarlo y nosotros no percibimos corriente de aire.

Retrocedemos hasta el final de la rampa de tierra y tomamos una galería tapizada de formaciones que nos lleva al otro ramal de la sima que también esta plagada de espelotemas, coladas, banderas, estalactitas, gours, etc. A los pocos metros comienza una rampa que termina en un pozo de unos treinta metros sin instalación por lo que anclamos la cuerda a un gran domo que hay al final de la rampa. Comenzamos el descenso con gran cantidad de agua ya que en esta parte escurría por todos los lados. Solo pudimos descender la mitad más o menos llegando hasta una repisa desde donde contemplamos la galería que estaba inundada, como no se podía continuar ascendimos hasta el comienzo del pozo donde ascendimos a una especie de galería colgada que llega hasta la parte superior del pozo y que esta también bellamente decorada. Después comenzamos a salir hacia el exterior con la única dificultad de ascender el pozo de cuarenta metros que todos hicimos sin mayor problema. Como era todavía pronto decidimos entrar en la vecina Cueva 1001, dejamos las sacas en la boca y nos adentramos por su reducida boca que es una rampa descendente por derrubios que cada vez se hace más empinada y más amplia desembocando en una gran sala donde se vimos un único murciélago unos pequeños gours y unas bonitas coladas en una de sus paredes. Raúl encontró un paso a la derecha de la sala que conducía a una diaclasa bastante estrecha por la que no continuamos ya que la mayoría decidió no mojarse para llegar a ella ya que había que arrastrarse por un charco, decidimos mejor intentar conseguir la topografía para ver si este paso llevaba a algún sitio. Salimos por donde habíamos entrado y llegamos al coche sin mayor problema, cuando terminábamos de cambiarnos y empezamos a comer comenzó a caer una ligera lluvia que ya no nos abandonaría.
Ya de camino hacia Zaragoza, y viendo el Río Urrederra que estaba desbordado, decidimos acercarnos a la boca de la Cueva Basaura para ver si salía agua por ella, casi no podemos llegar ya que el Río llegaba hasta el mismo puente y si hubiera tenido unos centímetros más hubiera sido imposible cruzarlo. Bajo la fina lluvia caminamos por el sendero hasta la boca pero en esta ocasión no salía agua por ella, aunque adentrándonos por la galería de entrada hasta donde la luz exterior alcanzaba llegamos a la lengua de agua que salía del interior, solo con que subiera medio metro saldría por su boca, así que si sigue el invierno como hasta ahora no tardará en hacerlo.
Continuamos el camino de regreso sin ningún contratiempo.