El buen tiempo llega y produce en nosotros la necesidad de internarnos en los barrancos para refrescarnos y poder disfrutar de sus siempre sorprendentes formas erosivas. Nuestra intención inicial era descender La Peonera, pero el fuerte caudal lo desaconsejaba y buscando un barranco que gane puntos con abundante caudal decidimos apostar por Las Gorgas de San Julián, que además nos queda muy a mano ya que se encuentra a pocos kilómetros de Huesca capital. Para esta aventura partimos desde Zaragoza Javier, Mariano y Miguel Ángel acompañados de nuestras nuevas amigas, Elena y Esther, que no teníamos el placer de conocer hasta la fecha. En Huesca habíamos quedado con Coves, Jose Antonio y Yessica; después de los saludos y presentaciones montamos en los coches con muchas ganas de llegar a destino.

Nos dirigimos a Nueno, poco después de Huesca capital siguiendo la autovía en dirección Norte. Después de tomar el desvío bordeamos por la izquierda el campo de golf hasta llegar a un cruce de pistas. Giramos a izquierda y después el primer camino que sale a derecha para dejar el coche junto a entrada de una finca de labor. Solo quedan unos metros hasta bifurcación que tomaremos de frente por el sendero que tímidamente al principio y claramente después toma altura por la divisoria que tenemos de frente, que aunque empinada se supera con muy buenas vistas de la Hoya, y antes de que nos demos cuenta estaremos en la loma que nos aproxima a la cabecera del barranco. Muy recomendable llevar pantalón largo, aunque el sendero es bastante frecuentado las aliagas nos proporcionarán abundantes caricias. Llegando al final de la aproximación progresaremos por la parte alta de las paredes del barranco, teniendo cuidado pues un mal paso nos podría dar un buen susto. Al llegar a la cabecera del barranco, deberemos descender a la confluencia evidente de torrenteras, siempre buscando el itinerario menos expuesto y no siempre evidente. Llegamos al cauce un poco más arriba de la confluencia, y después de equiparnos aprovechando un anclaje natural bajamos un resalte de dos metros, tras el cual varios destrepes y zonas estrechas nos sirvieron para entrar en calor y desear empezar a tomar contacto con el agua para refrigerarnos. El trabajo erosivo en el conglomerado empieza a manifestarse con pasadizos estrechos y rápeles muy encajados, la angostura del trazado se hace mayor según vamos descendiendo. El ritmo de progresión es muy bueno, el llevar tres cuerdas nos permite no hacer largas esperas y dinamizar un grupo bastante numeroso. El buen nivel técnico de todos los participantes acelera las maniobras de cuerda y el ambiente se relaja permitiendo disfrutar plenamente de la belleza del barranco. El descenso está decorado con las grandes inflorescencias de la Saxífraga longifolia, desproporcionada flor para tan humilde planta. A pesar de las recientes lluvias el caudal es simbólico, pero suficiente para dar ambiente en los rápeles. Las pozas, de escasa profundidad y longitud, sirven para refrescar y activar toda nuestra energía con algún que otro grito no muy viril. Todos los anclajes están equipados con químicos, y la mayoría de los destrepes también están asegurados.

El ritmo de progresión es calmado pero sin demoras, se trata de un barranco para tomárselo con tranquilidad. Llegamos al muy estrecho rápel de veinte metros, no muy cómodo de descender; es lo que tiene el conglomerado. Aquí el entallamiento del cauce es extremo, el sinuoso trazado apenas permite ver la poza final. Nos queda poco menos de la mitad del descenso, y la sensación general es de satisfacción ya que estéticamente esta garganta es de primera calidad y las pozas no están descompuestas, o al menos así era hasta llegar al penúltimo rápel, que aparte de poza estrecha, profunda y gélida, está algo corrompida por la caida de materia orgánica desde los abundantes nidos superiores. Aquí el recorrido se ensancha algo, al llegar al último rápel la Gorga adquiere dimensiones ciclópeas. En la base una surgencia activa en la pared nos sirve de fuente, que aunque ahora discurra suavemente hemos visto en otra ocasión manar con gran fuerza, de modo que proyectaba el agua contra la pared de enfrente, distante un par de metros. Según vamos bajando vamos a buscar el sol, y tras recoger un poco el material recuperamos fuerzas comiendo algo ligero. Una vez repuestos retrocedemos para hacernos la foto de grupo y visitar el altar y nacimiento navideño que el club Peña Guara tiene en esta impresionate sala, donde alguno de sus miembros han llegado a celebrar bodas. Satisfechos regresamos a los vehículos, donde tras desprendernos de nuestros atuendos barranquiles comemos tranquilamente y tras organizar el material nos despedimos con la firme intención de una próxima aventura.

Fotografías de:

Jessica Asensio y
Miguel-Ángel López