El sábado 8 de Septiembre volvió a repetirse una de las travesías clásicas de nuestro Pirineo, la Travesía del Alba situada en el valle de Benasque. El punto de encuentro fue el parquin del Balneario de Benasque, donde nos encontramos a las 11.00 de la mañana, no sin antes haber hecho una parada para tomar un café como es de rigor. Del balneario partimos y comenzamos la ascensión hasta el ibón, tomando como referencia el camino de ascenso al ibón señalado por unas curiosas pintadas de círculos azules y amarillos. El camino de ascenso, bastante empinado y con algún paso un poco delicado, nos hace sudar al principio pero al cabo de la primera hora la pendiente se hace más suave hasta acabar en una tranquila senda que nos llevará hasta el ibón de Alba. Con un día espléndido y una temperatura agradable; la tentación de quedarse en el ibón y darnos un chapuzón es grande, pero después de comer un poco y comentar las distintas ascensiones del entorno, que se quedan pendientes para futuras salidas, las ganas de comenzar la aventura nos empujan a la boca de entrada. Desde el ibón son 5 minutos de dura subida, que nos hacen lamentar el habernos puesto todo el equipo, los monos, forros polares y bragas con una temperatura ambiente de unos 25ºC sobran por todos los costados. Pero la cuesta, muy empinada y dura, acaba rápido y pronto encontramos la entrada o mejor dicho el Bujerín, porque de eso se trata, de un pequeño y oscuro agujero que nada revela sobre la enorme travesía que esconde.

Echada la foto de inicio de rigor a las 14.30 nos adentramos a gatas por la pequeña entrada y pronto nos encontramos con el primer pozo, un limpio rápel de 32m que nos introduce de lleno en la travesía ya que al recuperar la cuerda tan solo hay una forma de salir, hacia abajo. El camino prosigue por un pasillo estrecho en el que ponemos a prueba nuestras rodilleras y pasado éste un pequeño pozo de 16m que nos lleva hasta el siguiente paso, la Porqueriza, donde como su nombre indica nos llenamos bien de barro, excepto los más habilidosos que caminando mediante oposición se pierden de probar las virtudes del barro, más tarde caerán…

El siguiente pozo nos depara una sorpresa, un pozo de 56m con una repisa en medio desde la que se escucha el rumor del río Avall que más tarde cruzaremos. Una vez abajo exploramos uno de los ramales de la galería en la que nos encontramos, remontando el curso del río se encuentra una amplia galería surcada por el río y repleta de grandes bloques bajo los cuales aparecen tímidamente algunas formaciones. A partir de aquí se observan reflectantes que indican el camino, de manera que internándonos a la derecha del cauce continuamos el camino en la zona denominada Escala Fosca, para llegar hasta el siguiente rápel de 17m que nos deja junto a la cascada, intentamos hacer alguna foto de esta bella cascada en lo profundo de la montaña, pero la niebla y polvo que levanta lo hace imposible. Dejando el rumor de la cascada atrás comienzan los primeros pasos entre bloques, el camino es enrevesado pero gracias a la experiencia de los más veteranos encontramos rápido el camino.

Pasado el tramo de la Escala Fosca llegamos a la Sala Maldita, una enorme y amplia cavidad repleta de bloques que pone a prueba nuestros frontales y tras unos minutos de descanso proseguimos y nos encontramos un “libro de visitas”, puesto allí por el grupo de espeleo-socorro para facilitar la tarea de éstos si hiciera falta. Escribimos la ruta que seguiremos y la fecha y continuamos, de los caminos posibles elegimos la vía Nova que nos llevará hasta la Sala Leonor. En este punto el camino se esconde y a pesar de estar indicado con un reflectante encontrarlo no es fácil dar con él, pero al fin un pequeño ahujero entre bloques nos lleva hasta un pasamanos volado, las paredes no ofrecen ningún agarre y el barro que comienza a abundar dificulta su paso, pero al final con la ayuda de la pedaleta conseguimos cruzarlo no sin antes santiguarnos o más bien cagarnos en todo por el estado de la cuerda en alguno de sus tramos. Proseguimos y una cuerda en medio de la galería engaña el camino, que en realidad prosigue hacia adelante hasta llegar a un pequeño pozo. Se suceden varios pasamanos cada vez más empinados hasta llegar al siguiente pozo. Un rápel volado de unos 20m ya instalado y que parece sencillo pero al bajar nos encontramos que la cuerda tiene un inexplicable nudo en medio que aparte de sacarnos un par de juramentos no sirve para nada más.

Una vez abajo el camino prosigue por una empinada bajada hasta el siguiente pasamanos y de allí por fin un tramo recto y sin dificultades, es la Galería de las Piques. Continuamos avanzando sorteando los numerosos gours del camino, algunos todavía con agua, otros secos, pero todos de gran belleza, hasta alcanzar la zona “El Forat Negre”, donde se encuentra una gran bóveda con un rápel guiado de 39m. En este punto la instalación está montada, de las tres cuerdas que hay acertamos y descendemos por la más fina, que ayudado por una cuerda guía nos deja en el fondo sin fraccionar el rápel. Desde aquí y siguiendo las marcas un pozo de 15 m nos mete de lleno en la Galería de las Pisolitas, con una primera sorpresa a la izquierda nada más bajar el rápel, un pequeño estanque con bellas cristalizaciones que hace obligado el detenerse a observarlo. Continuamos por la galería y encontramos las pisolitas, como en un pequeño nido se encuentran juntas estas bellas formaciones, para algunos por primera vez vistas.

Evitando bajar por el gran pozo que conecta con el Pou Fantasma y que nos haría perdernos la Sala Llopis, continuamos hasta el siguiente rápel, que con otra cuerda guía ésta con más fortuna instalada que la anterior, descendemos los 27m hasta alcanzar el fondo de la Sala Llopis donde nos aguarda otra sorpresa, las antiestalagmitas o conulitos, formadas por la erosión del agua en su caída simulan lo que podrían ser moldes de estalagmitas, si éstas se hicieran en talleres y no por disolución de calcita.

A partir de aquí el camino se estrecha, se suceden pasamanos y rápeles, el cansancio comienza a hacer mella y más de uno nos acordamos del bocata y comida que llevamos en el bote estanco, paciencia dice los veteranos, pero el hambre es el hambre y entre rápel y rápel caen varios puñados de frutos secos. Poco después descubrimos el porqué de la espera, en la intersección de varios caminos ya en el Laberinto Leonor, donde curiosamente la temperatura es un poco más alta es momento de parar, descansar, y menos mal, comer y beber un poco. El ritmo no ha sido especialmente rápido, pero tras ocho horas danzando sin comer y beber hasta el conejito Duracell pediría tiempo muerto.

Cargadas las pilas llegamos hasta la Sala Leonor, no lleva mucha agua con que podemos ver y admirar la cascada y el estruendo que bajo tierra monta. Y de nuevo las estrecheces, varios pozos y pasamanos nos introducen en la Galería de los Anguines, con pasos “ideales” para la saca de barrancos que llevamos alguno avanzamos perjurando acerca de las dimensiones de la saca, ya que se engancha por todos sitios pero al final el esfuerzo tiene su recompensa, pues en esta galería las paredes son de puro mármol con vetas de varios colores que harían las delicias de cualquier encimera de cocina. Admirando la belleza de éste tramo llegamos a la siguiente dificultad, el Destripamonos, meandro muy estrecho en el que se progresa por oposición, las paredes presentan numerosos agarres pero hay que ir con cuidado porque éstos mismos agarres son muy afilados y ponen a prueba la cordura de nuestros monos. El cansancio comienza a hacer mella y algunos no pensamos ya más que en la salida, pero aún falta por cruzar un último pasamanos suspendido sobre el agua en la Galería del Lago, el paso es sencillo pero todos lo cruzamos mirando el agua con la misma aprensión que la miraría cualquier felino, después de 13 horas de cueva lo último que apetece es darse un chapuzón en éstas frías aguas. Al final por fin las palabras mágicas – Ya estoy fuera –…música para los oídos de los demás y con una salida más digna de esta travesía salimos al cielo estrellado y fresco de la montaña.

Catorce horas nos ha costado realizar la travesía, unos la harán en más tiempo, otros serán más rápidos, pero todos coincidimos en la misma cara de satisfacción al finalizar esta hermosa y exigente travesía. De aquí al coche la noche nos muestra una última sorpresa, la presencia de numerosas Salamandras en el camino (si, buscando en el Dios google hay que decir que eran salamandras, la Salamandra salamandra fastuosa para más inri). Y de aquí hasta los coches, donde nos espera una bien merecida cena, a los más previsores también una cerveza, y por fin de nuevo la oscuridad, pero ésta vez bajo la comodidad de las mantas y un reparador sueño.