Con el objetivo de estirar un poco las piernas y dejar atrás los excesos propios de las navidades se propuso visitar la Sima del Tubo para, ya de paso, practicar un poco el arte de la instalación de cavidades.

La Sima del Tubo es la cavidad más profunda de la provincia de Zaragoza, con 56 metros de profundidad. Es una sima fácil y está equipada con químicos, con lo que resulta ideal para una primera práctica de instalación. En este caso fue el que escribe quien se encargó de dicho ejercicio.

Así pues, quedamos en Zaragoza Jesús, Pedro y yo (Jorge) para recoger a mitad de camino al instructor del grupo, Javier. El escaso número de asistentes se debió a que la salida se realizó a mitad de semana, siendo ésta laborable. En cualquier caso, un mayor número de asistentes habría podido ser problemático ya que es una sima con pocos espacios y corto recorrido.

Tras equiparnos y buscar un poco la sima, nos adentramos en la misma procediendo a instalar el primer pozo, que lleva a un corto pero entretenido pasamanos.

En este punto, mi compañero incidió en la importancia de hacer bien los nudos y ajustarlos al máximo ya que, además de facilitar las cosas a los que vienen detrás, se gana en seguridad y se aprovecha mejor la cuerda. Por tanto, tras apretar los nudos “de mariposa” realizados en el pasamanos, procedí a instalar los diferentes fraccionamientos que hay en el pozo más largo de la sima, de unos 40 metros. Este pozo presenta un fraccionamiento volado, que lo hace más técnico y “entretenido”.

Como llevábamos solamente dos cuerdas de 60 metros cada una, estaba claro que en el pozo íbamos a hacer corto, ya que la cuerda que bajaba por él se instaló desde el primer anclaje que hay en la sima. Por tanto, con esa idea en la mente pero viendo que no se terminaba de acabar la cuerda, seguía bajando por el pozo, pensando cada vez con más claridad que no iba a hacer corto finalmente. A metro y medio del suelo me quedé sin cuerda.

Tras realizar el empalme de cuerdas con un doble nudo de pescador bajé finalmente al suelo. No me hizo falta hacer el paso de nudo porque hacía pié in-extremis en una roca del suelo. En este punto, hay que señalar la importancia de hacer llegar la cuerda al suelo ya que, al estar en tensión por el propio peso de los espeleólogos, una vez pasado por ella el último compañero ésta se encogería, con el riesgo a que el cabo quedase demasiado alto y quedarnos atrapados por no poder alcanzar la cuerda.

Posteriormente, Javier recogió un poco de cuerda para dar más “comba” en el fraccionamiento volado, que me había quedado algo justa, con lo que el resto de mis compañeros si que tuvieron que hacer el paso de nudo.

Nos encontrábamos equipando el último pozo cuando un fuerte estruendo nos sobresaltó a todos. Lo que ocurrió fue que una roca se desprendió desde una altura de unos tres metros cuando uno de mis compañeros realizaba el paso de nudos. Afortunadamente nadie resultó afectado por este incidente. Con el color de la piel de nuevo en su tono natural y las pulsaciones a un ritmo normal, nos reunimos todos en el fondo de la sima y comenzamos a subir, uno a uno, por la rampa (o tobogán) que conduce a la sala OJE.

Tras la obligada foto en dicha sala y un pequeño aperitivo, procedemos a salir de la sima, encargándose Jesús de la desinstalación. Una vez fuera, comemos y volvemos a Zaragoza a media tarde, planeando nuevas excursiones (o incursiones) de aprendizaje.

7-01-14

Autor del texto: Jorge

Fotos: Jorge y Jesús