Tras una semana de borrascas y con ganas de estirar las piernas, tres miembros del ECZ y un simpatizante fuimos el pasado 2 de diciembre a visitar la Peña de San Cosme en la Sierra de Guara.

A las 7:45 salíamos de Zaragoza llegando al embalse de Vadiello a eso de las 9h al aparcamiento de la presa (antes del túnel) y comenzando la excursión aproximadamente a las 9:20.

La excursión comienza por una pista que comienza al otro lado de la presa y para la que hay que coger un camino a la derecha de la boca del túnel del propio aparcamiento.

Tras unos 15 o 20 minutos andando con una ascensión suave por pista forestal, aparece el primer desvío que hay que coger y que está al lado de un esconjurandero  (construcción mística dedicada al ahuyento de las tormentas).

Una vez alcanzado este punto, el camino cambia radicalmente, pues nos introducimos en el bosque siguiendo senda con pendiente descendente con unas bonitas vistas al comienzo a la ermita de San Cosme y San Damian y a la Peña de San Cosme, nuestro objetivo.

Tras el breve descenso, la senda vuelve a ascender un poco conectando de nuevo con una pista forestal. Alcanzado este punto, decidimos visitar la ermita de San Cosme, a unos 100 metros siguiendo por la izquierda la pista con la que conectamos. Son las 10 de la mañana.

La ermita está en reconstrucción y tiene aspecto de haber sido un lugar de mucho tránsito y en su día, si bien no ha perdido encanto.

En este punto nos encontramos con unas personas que estaban haciendo fotografías y que iban acompañados de un lugareño y que nos indica que no nos fiemos del famoso “Paso de Nartesa”, ya que sus instalaciones datan de hace veinte años y no son de fiar.

Esto nos deja algo intranquilos ya que, aunque por otras reseñas sabemos que no es un paso difícil, tiene un pasamanos de cuerda y claro, una cuerda de hace veinte años al sol… por no hablar del posible estado de los anclajes. Como somos previsores y llevamos cuerda propia por si hace falta, no le damos más importancia aunque quedamos a la expectativa de lo que nos vayamos a encontrar.

Tras la agradable charla, procedemos a continuar la marcha siguiendo por la pista forestal  que sale de la misma ermita.

Quince o veinte minutos después, aparece otro desvío en la senda que no hay que dejar pasar (algunos enfrascados en una interesante conversación nos pasábamos ya de largo). Este desvío aparece a la izquierda de la pista y tiene un letrero que indica una senda hacia “el huevo de San Cosme”. Decidimos ir a visitar el lugar antes de ascender a la Peña de San Cosme, ya que el camino es el  mismo al menos hasta la mitad del mismo, donde se bifurca para ir, por el ramal de la derecha al Huevo de San Cosme y por la izquierda a la Peña de San Cosme.

El camino a partir de aquí y hasta el Huevo de San Cosme es un bosque umbrío donde se nota un cambio de temperatura a la baja. Es una senda cómoda y descendente que nos lleva hasta un cartel que indica el final del trayecto. Al lado, el Huevo de San Cosme. En mi opinión no merece mucho la pena la caminata, si bien entre ir y volver son apenas 15 minutos respecto a la bifurcación que lleva hacia la Peña de San Cosme.

De vuelta por el mismo camino, llegamos hasta un cartel donde sale un ramal menos nítido hacia la Peña de San Cosme (ramal izquierdo).

Esta senda es ascendente y bordea la peña por su vertiente sur. Es una ruta que deja el bosque para adentrarse en un piso de conglomerado con carrascas no presenta grandes confusiones hasta llegar al Paso de Nartesa.

En este punto y a partir de ahora, las vistas son espectaculares y muy aéreas ya que la vegetación es menor y no nos ocultan los mallos de Ligüerre. En realidad, el mayor atractivo de la excursión es éste.

Continuamos hasta llegar al Paso de Nartesa a las 11:30. Nos encontramos el lugar muy concurrido en ese momento por un grupo de cabras que con cierto orgullo nos hacen ver que nuestros miedos humanos hacia las alturas no van con ellas. Lo hacen cruzando delante de nosotros el temido paso.

Debatimos cómo afrontar este paso. Yo me acerco y veo que no es para tanto, los anclajes son bastante nuevos y la cuerda no está tan mal, si bien es cierto que en el primer tramo (el menos inseguro) está la camisa totalmente rota. Me acerco hasta el punto crítico del paso y veo que sólo es cosa de dar un paso adelante con algún punto de apoyo (los hay suficientes). Agarro la cuerda pero no necesito echar el peso y llego así hasta el árbol que finaliza la zona crítica y que está al lado del boj en el que se asegura el final del pasamanos con un natural. Mis compañeros se lo piensan mejor y, bien por seguridad, bien por “ya que llevamos el peso de los arneses y la cuerda, es tontería no usarlos”, bien por practicar la instalación de pasamanos, equipan el pasamanos, se ponen casco y arnés, y lo atraviesan con la máxima seguridad posible.

Mientras terminan de pasar mis compañeros, hago fotos a la ermita (perfectamente visible desde aquí) y a los buitres (y algún quebrantahuesos, creo) muy curiosos de la zona, que hacen varias pasadas cerca de nosotros, quizás con la esperanza de tener comida fácil hoy.

Con gran pesar para nuestros compañeros alados, seguimos por un camino (por decir algo) marcado por hitos hasta llegar al collado que une la cima de la Peña de San Cosme (a la izquierda) y la antecima (a la derecha). Tomamos el camino de la cima y observamos, ahora si, el famoso Huevo de San Cosme desde una perspectiva más interesante.

Ya en la cima, observamos un curioso árbol que parece puesto allí a posta y, al fondo, el embalse de Vadiello, seguido a la derecha por los mallos de Ligüerre y del pico Borón.

Son las 12, tomamos algo rápido y volvemos al coche a eso de las 14h. Una buena excursión para estirar las piernas.